La leyenda de la Calzada del Gigante
Irlanda es un país con gran arraigo hacia su pasado. La tradición y la modernidad han logrado avanzar de la mano en una región que nunca ha dejado de lado sus historias y leyendas. Cada rincón de la isla cuenta con su propia mitología. Gigantes con muy mal genio, brujas no tan malvadas, hadas o los traviesos leprechauns son solo algunas de las fantásticas criaturas que habitan Irlanda. Hoy os traigo una de estas leyendas. La de dos colosos demasiado bravucones separados por el mar. Os cuento la leyenda que se esconde tras la Calzada del Gigante.
Giant´s Causeway, o Calzada del Gigante, es uno de los tesoros naturales más extraños y misteriosos de toda Irlanda. Es una zona situada en la costa y compuesta por más de cuarenta mil columnas de basalto. Lo más extraño de este lugar son las formas geométricas perfectas que tienen estas columnas. Su forma es tan inusual que resulta incluso más fácil creer al folclore que a la geología.
La leyenda de la Calzada cuenta que hace mucho, muchísimo tiempo (porque ninguna leyenda ha ocurrido hace dos días), dos gigantes vivían en las costas de Irlanda y Escocia. Finn McCool era el nombre de nuestro gigante irlandés. Por otro lado, el coloso escocés recibía el nombre de Bernandonner. Estos gigantes, a pesar de ni siquiera conocerse, sentían un profundo odio el uno por el otro. Los dos querían alzarse con el título de gigante más fuerte.
Un día, McCool decidió poner fin a esta disputa. Su objetivo era cruzar el mar para hacer frente a su enemigo escocés. Para hacerlo, construyó un camino que unía las dos costas. Utilizó los famosos prismas hexagonales para construir su calzada. No se sabe cuánto tardó en terminarla, pero su trabajo es reflejo de lo que un gigante irlandés es capaz de hacer por una buena pelea…
Al terminarlo, cruzó su calzada para ir al encuentro de Bernandonner. Pero su ánimo y su arrojo no duraron demasiado. Nada más llegar a Escocia, vio a su enemigo acercarse a la costa. Para su sorpresa, el gigante escocés era mucho más grande que él. McCool decidió darse la vuelta y volver por donde había venido. Ya se sabe, es mejor que se diga “aquí corrió” que “aquí murió”.
Pero el gigante escocés no iba a dejar las cosas como estaban. Decidió utilizar la calzada e ir él mismo al encuentro de McCool. El irlandés no sabía dónde meterse. Fue entonces cuando tomó su primera decisión inteligente; pedir consejo a Oonagh, su mujer. La mujer, que en esto suelen ser más inteligentes que nosotros, trazó un plan. Disfrazó a su marido de bebé y lo metió dentro de una cuna.
Cuando Bernandonner llegó, Oonagh le dijo que su marido no estaba pero que volvería pronto. Le invitó a pasar y a tomar una taza de té (la leyenda dice té, pero estoy seguro de que en realidad fue una Guinness…) mientras esperaban. Únicamente le pidió una cosa; que no metiera ruido para no despertar al bebé. El gigante escocés se acercó a la cuna y contempló el tamaño de aquel enorme bebé irlandés. De la misma, se vio obligado a salir corriendo de aquella casa. Si el bebé era así de grande, ¿cómo sería su padre…? No estaba dispuesto a ser humillado por el irlandés. Ya sabéis, eso del “aquí corrió”, “aquí vivió”…
De regreso a Escocia, Bernandonner destruyó prácticamente toda la calzada. Así se aseguraba que aquel “enorme” gigante irlandés jamás llegaría a su isla. Tan solo quedaron en pie los dos extremos del camino.
Aunque la leyenda acaba aquí, me gustaría saber durante cuánto tiempo recordó Oonah a su marido “la vez que tuvo que disfrazarle de bebé y esconderlo en una cuna para que no le dieran una paliza de muerte”…